Entre el 18 y 19 de julio, finalmente me he dado el gusto de nadar el Canal de Catalina.
Este Canal, que une la isla de Santa Catalina con la Costa de Los Angeles, tiene una longitud aproximada de 34 Km; una fauna muy rica y variada (incluyendo leones marinos, focas, delfines, ballenas, algún que otro tiburón, y las ya cada vez más asiduas invertebradas medusas); una profundidad que da un poco igual, por que total no se ve nada, pero que supera los 1.500 mts; una temperatura estimada de entre 16 y 19 grados, pero su peculiaridad radica en que se nada de noche.
El cruce es fiscalizado por la CCSF – Catalina Channel Swimming Federation y el formato es del tipo Solo Swim (como el que hice) o de Relay, con unas reglas casi calcadas a la de la CSA – Channel Swimming Association. Dicho en otras palabras, solo se puede nadar con un bañador, gorrito, gafas, un poco de grasa en el cuerpo y ….. no mucho más.
Durante el cruce te acompaña una embarcación certificada por la federación, como fue la Bottom Scratcher para este cruce, que parece de película. Brutalmente grande, con mil comodidades, pero siendo que estás nadando, solo puedes verlas desde lejos y generalmente con algo de frío en el cuerpo. Dentro de la embarcación va un equipo que se asegura que todo salga como está planeado.
Allí, dentro del barco están:
+ 2 observadores oficiales de la @CCSF para corroborar que cumplas con la normativa (no tocar nada ni a nadie, desde que estás en la isla de Catalina con los pies en la tierra, hasta que llegas a la costa y pones los pies fuera del agua). Don Van Cleve (toda una institución) y Roxanne Hipolito fueron los que estuvieron chequeando magníficamente bien que todo marche correctamente.
+ un jefe de equipo para organizar los avitualliamientos, a los kayakistas, brindar info y cuando hay señal de móvil, enviar mensajitos a la familia avisando que está todo bien @Jill.Hanson, a quien le estoy enormemente agradecido, se ha encargado de todas las tareas y programación que estresan hasta el hartazgo.
+ por supuesto, el capitán @Kevin Bell y su tripulación, que te conducen exquisitamente de una punta a la otra
+ y lo más importante, dos kayakistas trabajando en tandem, que serán tus ojos, tu guía, tu coach, tu angel de la guarda. En mi caso tuve la suerte de estar acompañado por Patricio Libenson, a quien le estoy infinitamente agradecido. No solo me ha acompañado, sino que ha sabido leer mi mente, entender mis carencias, comprender mis dificultades y me ha guiado emocionalmente tanto fuera como dentro de su kayak. Un compañero sin precedentes. Secundando a Patricio ha estado Barbara Schumacher con quien, he iniciado la travesía en Catalina bajo un halo de oscuridad impenetrable, aunque también hemos nadado juntos el tramo más frío, ya hacia el final.
EL CRUCE
Si bien los días previos he estado visualizando el cruce, adecuándome al agua y concentrándome, el día D estuve bastante angustiado. Me desperté a las 6:00 AM y ya no pude volver a conciliar el sueño. Me preocupaba llegar al momento del inicio casi sin dormir en todo el día, a sabiendas que a debía nadar toda la noche.
Finalmente llegó la hora, nos trasladamos al puerto con todo el avituallamiento, y luego de presentarnos con todos los que estaríamos allí esa noche y de algunas explicaciones del cruce comenzamos a navegar. La embarcación nos traslado desde el puerto deportivo de San Pedro hasta la isla de Sta Catalina, trayecto que dura aproximadamente 2 horas. Momento en el cual se aprovecha para descansar e incluso dormir un poco, si tu cabeza y estómago te lo permiten.
Una vez llegas a la isla, la embarcación te deja a 100 mts, nadas hasta la orilla, juntas fuerzas, y te engulles en ese manto negro casi a ciegas.
Solemos representar a la oscuridad como el vehículo ideal para conducirnos irremediablemente hacia nuestros miedos más profundos.
Pero cuando estás allí, totalmente expuesto y entregado a la voluntad del mar y de la noche, cuando no tienes más armas que tu corazón y tu cabeza, mágicamente surge una fuerza interior que te permite vislumbrar que todo aquello no son más que pensamientos negativos que seguramente venimos arrastrando desde pequeños, y a la que pocas veces tenemos la oportunidad de enfrentarnos y vernos a la cara sin distractores de por medio.
La entrada al agua estuvo bastante fresquita. Me dijeron 18 pero no lo parecía. Imagino que al estar en verano se va perdiendo paulatinamente la adecuación al frio que tan entrenada se tiene durante el invierno.
Al lanzarte al agua, se nada unos 200mts desde la embarcación hasta la orilla, donde debes salir completamente del agua y prepararte para iniciar la travesía. El kayak te va dando indicaciones para que llegues correctamente al lugar de partida. Sin embargo, seguramente por estar todo tan oscuro, la kayakista me ha llevado por un sector lleno de rocas y algas.
En fin, bastante traumático por que no se veía nada. Así que el inicio fue algo accidentado y enredado entre plantas.
La oscuridad del entorno NO es una situación que me traumatizase particularmente. Ya lo había entrenado, y he tenido la suerte que al contrario de lo que imaginaba, me genera paz y me calma. Así que de todo lo que me preocupaba, era lo que menos me angustiaba.
Fuera del agua, desde aproximadamente las 10 de la noche hasta casi las 6 de la mañana, la oscuridad es total. Los únicos focos de luminosidad que puedes ver son la embarcación y el kayak, ambos rodeados con luces químicas fluorescentes.
Pero también, de manera sorpresiva, el plancton que se encuentra en el agua, se manifiesta mágicamente en forma de lucesitas y estrellitas de colores por cada brazada que penetra en el agua. La vida submarina también es fotoluminicente, por lo que vas viendo pasar bicharraje muy extraño con todo tipo de formas y colores allí en lo profundo, aunque también algunos más cercanos, y otros que directamente se te enganchan en el cuerpo.
Aquello parecía el espectáculo de cierre de algún parque de Disney World. Una fiesta Rave con los mejores DJ. Luces y estrellas de colores por todos lados que irremediablmente te terminan ipnotizando. Si que es verdad que llevaba algo de tensión por la travesía. Pero supongo que en una situación más relajada debe ser la bomba.
Las SOMBRAS que logras distinguir muy difuminadas; el torrente de agua que genera algún ser vivo que puedes presentir cerca tuyo pero que no llegas a distinguir con claridad; pero también las estrellas en el cielo, los planetas más visibles que nunca, y una Luna en cuarto menguante hace que aquel escenario que podría parecer agónico, en realidad sea todo lo contrario, transformando el momento en una situación conscientemente irrepetible e irreproducible.
Durante varias horas estuvimos nadando rodeados de leones marinos, lo cual, al enterarme varias horas después, me ha dado respuesta a las sombras que había percibido mientras nadaba.
He sentido las primeras 6 horas un frío raro y desconocido en la nuca y en la espalada. Y es que afuera hacia 15 grados y realmente se hacia sentir.
También tuve frío en toda la piel que tenia dentro del agua, pero los órganos vitales y los dedos iban muy bien. Tardé en orinar una horita, pero una vez que lo logre, iba orinando cada 20 minutos, coincidiendo casi con los avitualliamiento. Y eso era un indicador de que todo iba bien, y me tranquilizó. Si no haces pis, a las 3 horas o como máximo 4, te levantan.
Así estuve las primeras 4 horas. Y a partir de allí hubo un relevo de kayakista y entró Patricio. Es argento como yo. Ese cambio fue brutal. Hablamos el mismo idioma, lenguaje, y tenemos los mismos códigos.
Ni bien se acerca, lo primero que le digo, además de Bienvenido, fue – Pato, tengo frío.
Me contestó rotundamente con un – Cómo ? – Qué dijiste ? – Volvé a repetirlo y te dejo acá solo. Me subo al barco y me voy, y te quedás solo.
Definitivamente fueron las palabras de un lider que sabe que decirle a su equipo para sacarlo de un estado perdedor y cambiarles la cabeza.
A partir de allí comenzó otra travesía. Coincidió con que el mar se aplanó por completo. La noche lo amansa como a un León luego de cazar y saciar su apetito. Durante las siguiente 3 o 4 horas, con el mar tan calmo, VOLÉ nadando. Iba a un ritmo fantástico y era consciente de ello.
Durante el nado con una noche tan oscura y estrellada pude distinguir a Marte, Saturno, Júpiter, que junto a la Media Luna, el Kayak y el barco iluminados con flourescentes, y mis manos generando estrellitas de colores a cada brazada hicieron de ese lapsus el momento más bonito de la travesía. Es una experiencia única nadar de noche.
Lo vi papá nadando conmigo. Me estuvo acompañando un largo rato. Creo que he llegado a alucinar indudablemente. El agua y yo éramos uno. Me acorde de todo y de todos y al mismo tiempo sentía una soledad que me llenaba el espíritu y me generaba mucha paz mental.
No tengo la menor duda de que estuve en un estado de semi-inconsciencia muy distinto al que solemos estar en el dia a dia, pero al mismo tiempo nunca perdí la razón.
He visto sombras bajo el agua pero no me han perturbado. Las he aceptado como parte de ese momento magico. He escuchado delfines, aunque no los he visto, al menos con nitidez. Me han dicho que han habido constantemente leones marinos y delfines acompañándonos.
Cuando llevaba 8 horas de nado, la noche llegaba a su fin. Aparecieron los primeros resplandores de luz y con ello cambio todo. Un mar que de a poco se vuelve a embravecer y una visibilidad que te permite entender que es lo que está pasando allí, bajo el agua, de una manera mucho más racional. Nuevamente corriente en contra, como durante las primeras 4 horas, pero he apretado por que me sentía bien y muy fuerte. Creo que he llegado a nadar como si fuese a 1.25 los 100 (>4Km/h) si no hubiese habido corrientes, por que conozco mis ritmos, pero las corriente no me permitían ir a más de 2.5 km/h.
Estás en el medio del Océano Pacífico, a más de 10.000 km de distancia de casa, no hay manera de vislumbrar tierra ya que todo lo que te rodea es agua, pero la paz que sientes no tiene precedentes. En ese instante, la conciencia de la vida se manifiesta a los gritos.
Me quedará Catalina y su agradable recibimiento durante mucho tiempo en mis recuerdos racionales y emocionales.
Los últimos 6Km, el agua cae bruscamente de temperatura. El día del cruce, acarició los 16/16.5 grados, que me permitió volver a recordar que al frío hay que aceptarlo, que si intentas luchar contra el, lo más probable es que te termine doblegando.
Una llegada a la playa que se hacía interminable, pero que al final acaba aconteciendo, y permitiendo cerrar un ciclo que había comenzado un año atrás.
Poner los pies en Catalina para poder iniciar la travesía ha sido un esfuerzo no solo en mi vida, sino en la de mi familia, que apoya incondicionalmente esta pasión de nadar.
Sobrellevar las temperaturas de 16 grados al final, o incluso de 15 grados del aire al inicio de la travesía, es gracias al soporte de personas y personajes con los que entrenamos todo el invierno en el mar o en lagos, a veces por debajo de los 10 grados. Sin ellos sería inviable adecuarse al frío, y aceptarlo.
El mérito de soportar casi 12 horas nadando no es tanto mío, sino de la capacidad que tiene mi entrenador para indicarme cuál es el camino que hay que seguir, pidiéndome únicamente que confíe ciegamente.
Llegar con las condiciones físicas correctas, solo es posible gracias a profesionales que se interesan e involucran hasta la médula, a sabiendas de que no están tratando a un PRO.
La natación es un deporte colectivo, que no grupal. Son muchos integrantes, cumpliendo distintas funciones y en distintos planos, pero con un objetivo en común.
Es apasionante ver como se pueden conseguir objetivos que de manera individual serían imposible tan siquiera de planteárnoslos.