Fernando Espina

FERNANDO

Mi nombre es Fernando Espina Velaz. Soy Ingeniero en Sistemas, Master MBA, fundador y responsable de la empresa en la que trabajo, padre de familia y un eterno enamorado del entorno familiar y de amigos del que me rodeo.

Cuando cumplí 40 años, lejos de entrar en la esperada crisis de los 40, me reencontré con la natación, deporte que había dejado de practicar desde hacía 22 años, en plena adolescencia.


Desde aquel entonces, la natación fue convirtiéndose poco a poco en el factor de equilibrio más importante de mi vida.

Me permitió no solo mejorar mi estado de salud en general, sino la forma en la cual se entendía la vida en si mismo, permitiendo una armonía y equilibrio constante de todos aquellos elementos esenciales que la componen.

Desde pequeño, siempre me ha gustado practicar deportes, aunque no fue hasta el inicio de la adolescencia, que me he dedicado en exclusiva a entrenar a conciencia en natación. Fue un ciclo que duró hasta los 18 años, momento en el cual he entrado en la Universidad, y que por su exigencia, hacía incompatible la convivencia con un entrenamiento de alto rendimiento.

Dedicado de lleno a los estudios, no paré de dedicarle tiempo al aprendizaje impartido durante algo más de un decenio. Primero, a nivel universitario, luego ya realizando un Master MBA, y ya para cerrar el ciclo, otro Master pero en Dirección Comercial.

He nacido en Buenos Aires, mi alma es netamente Porteña, aunque las sucesivas crisis de todo tipo en las que me he criado, y mi constante inquietud por nuevos desafíos, me llevo a desandar el camino que mis abuelos habían surcado varios años atrás.

Acabé desembarcando en Barcelona, donde pude mantener una línea continuista a nivel profesional, emprendiendo en el negocio de IT.
El reencuentro con la natación no fue casual. Una vez reencontrado con mis raíces ancestrales, establecido a nivel profesional, la práctica de la natación llegó para volver a aunar los pocos elementos esenciales que se necesitan para ser feliz.

En mi caso, mi familia, el deporte, que conlleva una buena salud, y un proyecto laboral con tintes de aportación social.

Nadar se ha transformado en algo esencial en mi vida. Me permite estar bien y, a partir,
de allí transmitir ese bienestar a mi entorno.

Desde que me he reencontrado con el agua, el camino se ha transformado en el objetivo. Y para sostener ese camino, ha sido necesario alinear unos ciertos atributos, que a la vez me han ayudado en mi vida fuera del agua. Como un ciclo que se retroalimenta positiva y constantemente.

Disciplina, Constancia, Perseverancia, Resiliencia, son algunos de estos atributos.

La constancia en los entrenamientos ha llevado a tener desafíos. Al año de volver a nadar ya estaba atravesando mi primer gran desafío, cruzar el estrecho de Gibraltar. Una travesía REVELADORA, que me ha hecho vibrar y volver a conectar con mi esencia.

Luego llegaron los desafíos relacionados con las distancias, cada vez más y más, conociendo de a poco donde podían estar los límites, si los había.

Más tarde llegó el desafío más duro al que me podría haber enfrentado, pero que abrió las puertas a un mundo desconocido y fascinante: el FRIO. Colgué mi traje de neopreno y me adentré de a poco en las aguas frías.

Inicialmente abandonando todas y cada una de las travesías que me animaba a realizar, llegó un momento que mi cuerpo, cabeza y alma se alinearon y me permitieron aceptar la realidad, en vez de
luchar contra ella.

Esta aceptación me permitió de a poco realizar travesías cada vez más frías y hasta juguetear con las aguas heladas, por debajo de los 5 grados.
El Canal de Menorca en un destemplado Mar Mediterráneo a principios de junio, la fría Ria de Vigo, el Canal de Catalina en Los Angeles en pleno Pacífico, o la travesía Jersey to France que unen la isla de Jersey con Normandía, han sido grandes desafíos, impensables de realizarlos pocos años atrás, pero al mismo tiempo, han sido parte del camino preparatorio para animarme a nadar el Everest de las aguas abiertas, como es el Canal de la Mancha, en el año 2.023.

“Somos el resultado de nuestras propias decisiones”. Podremos equivocarnos una y otra vez, pero ello no es un problema, es solo el camino hacia algo inesperado y mejor.

Lo que no debemos permitirnos es dejar de soñar y de desafiarnos a nosotros mismos, en pro de tener un crecimiento personal que nos equilibre en nuestras vidas y que ayude al progreso de nuestro entorno.